lunes, 26 de abril de 2010

LA TRASCENDENCIA DE LOS VALORES HUMANOS

CÓMO LOGRAMOS CON FUERZA DE VOLUNTAD, INCREMENTAR LAS VIRTUDES MORALES.







La práctica habitual de las virtudes éticas hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad.A pesar de las excentricidades de este filósofo cínico, hay un punto de razón en sus palabras: hoy, como ayer, estamos más preocupados por la imagen, por las apariencias, que por el modo de ser y por la verdad sobre nosotros mismos. No son pocos los sociólogos y filósofos que subrayan la falta de valores de la sociedad actual. Cuando los miembros de una sociedad se desvalorizan individualmente, tarde o temprano esto se refleja en la colectividad. Como son esos valores precisamente los que nos hacen humanos, perderlos supone la deshumanización personal y social de la civilización presente. Esto puede explicar por qué en la actualidad existen tantas apelaciones a los valores humanos y por qué éstos brillan tanto por su ausencia.
Los hábitos
Tanto el bien como el mal obrar forman costumbres e inclinaciones en el espíritu; es decir, hábitos de obrar. A los buenos se les llama "virtudes"; y a los malos, "vicios". Un hábito bueno del espíritu es, por ejemplo, saber decidir sin precipitación y considerando bien las circunstancias. Un vicio, en cambio, en el mismo campo, es el atolondramiento, que lleva a decidir sin pensar y a modificar muchas veces y sin motivo las decisiones tomadas. Algo tan importante como lo que llamamos "fuerza de voluntad" no es otra cosa que un conjunto de hábitos buenos conseguidos después de haber repetido muchos actos en la misma dirección.Ésta es la regla de oro de la educación del espíritu: la repetición. Hay un pequeño caso que afecta a una parte importante de la humanidad y que nos ofrece un buen ejemplo: la hora de levantarse de la cama. Casi todos los hombres tenemos la experiencia de lo que supone en ese momento dejarse llevar por la pereza, y los que son más jóvenes la tienen de una manera más viva. Si, al sonar el despertador, uno se levanta, va creando la costumbre de levantarse, y, salvo que suceda algo como un cansancio anormal, resulta cada vez más fácil hacerlo. En cambio, si un día se espera unos minutos antes de dejar la cama, al día siguiente costará más esfuerzo; y si se cede, todavía más al día siguiente. Así hasta llegar a no oír el despertador.



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Carlos Javier Alonso
Profesor de Filosofía

lunes, 19 de abril de 2010

VALORES EN LOS CUENTOS

Queremos recordar la importancia que tienen los cuentos de transmitir valores. Estos tienen un argumento que los hacen fáciles de recordar, tienen la utilidad para enseñar cosas nuevas, destacar valores y rescatar aquellos que quedaron dormidos. Precisamente por la facilidad con que se recuerdan las historias, nos da la vía precisa para dar una educación y enseñanza indirecta, permiten establecer un nexo fortísimo con los niños a la vez que ellos se sienten verdaderamente especiales.

Enseñanza principal

La felicidad no se encuentra en las cosas más sofisticadas y aparentes, sino en la propia forma de vivir y afrontar la vida


LA PRINCESA SIN PALACIO




Hubo una vez un reino en el que una antigua profecía hablaba de una princesa sin palacio. La profecía decía que una vez que aquella princesa encontrase su palacio, sería la reina más justa y sabia que hubiera existido nunca. Aquel reino tenía una familia real que vivió en su bello palacio durante generaciones, pero muchos años después, un gran terremoto destruyó el palacio real, y en la catástrofe fallecieron el rey y la reina, dejando solas a sus dos hijas, las princesas Nora y Sabina.

Tras la desgracia, Nora comprendió que ella, la hermana mayor, posiblemente fuera la reina de la que hablaba la profecía, y acompañada de la joven Sabina, dedicó todos sus esfuerzo a encontrar su nuevo palacio. En sus muchos viajes conocieron a un viejo sabio, quien les entregó una vieja llave que debería abrir las puertas del palacio.

- No tengo ni idea de dónde estará el palacio- dijo el anciano-. Sólo se me ocurre que probéis la llave allá donde vayáis.

Y Nora se llevó a su hermana de viaje probando aquella llave en todos los palacios que conocía. Cuando ya no quedaron palacios, pensó que igual sería alguna casa importante, pero tampoco entre ellas la encontró. Desanimada, perdió la esperanza de encontrar su palacio. Y llevaban tanto tiempo viajando y buscando, que nadie las echaba de menos; tampoco tenían dinero ni joyas, y cuando llegaron a una humilde aldea, tuvieron que dedicarse a vivir y trabajar el campo con aquellas gentes pobres y alegres, que sin saber de su realeza, las acogieron como a dos pobres huérfanas.

Las hermanas vivieron algunos años en aquel lugar. Trabajaron mucho y supieron lo que eran el hambre y los problemas, pero todos las querían tanto que llegaron a sentirse muy felices, olvidando poco a poco su pasado real. Una noche, ordenando las cosas de Nora, Sabina encontró la antigua llave. Divertida, se la llevó a su hermana, quien nostálgica pensaba en el magnífico palacio que debía estar esperando en algún lugar.

- Igual queda algún pequeño bosque donde haya un palacio que no conocemos- dijo Nora, con un puntito de esperanza.
- Pues sabes lo que pienso -respondió la pequeña-. Que no necesito más para ser feliz. Estuvimos meses viajando solas de castillo en castillo para tener una vida de reinas, pero nunca he sido tan feliz como ahora, aunque no tengamos gran cosa. Si yo tuviera que elegir un palacio -continuó alegremente, mientras bailaba junto a la puerta- sería esta pequeña cabaña.- terminó divertida, al tiempo que con gesto solemne introducía la vieja llave en la puerta de la cabaña.

Al momento, la habitación se llenó de luces y música, y de la vieja puerta comenzó a surgir un maravilloso palacio lleno de vida y color, transformando aquel lugar por completo, llenándolo de fuentes, jardines y animales que hicieron las delicias de todos en la aldea.
Sólo la humilde puerta de la cabaña seguía siendo la misma, recordando así a todos cómo Sabina la Maravillosa, que así llamaron a su sabia reina, había encontrado en una vida humilde la puerta de la felicidad no sólo para ella, sino para todos los habitantes de aquel país.


Autor.. Pedro Pablo Sacristan

lunes, 12 de abril de 2010

SIETE REGLAS PARA NO MALCRIAR A UN HIJO

Criterios para papàs responsables en la crianza de sus hijos




1.Si quieres criar un hijo con buenos modales, necesitas establecer algunas reglas. Evita los malos comportamientos con estas siete simples reglas.1. Establece límites simples y claros.
Piensa así: Si no dejas espacio para la interpretación te ahorrarás discusiones posteriores. Fíjate en la diferencia entre "Bueno, te puedes comer una galleta..." (Hay muchas posibilidades de que pueda comer otra galleta) y "Te puedes comer una galleta pero no me pidas otra. Ya no hay más".
2. Apégate a los límites.Uno significa uno. Nos ha pasado a todos: Le dices al niño que no puede comer más de una galleta y luego nos empezamos a cuestionar. El truco consiste en ponerlo en perspectiva. Quizá una segunda galleta esté bien por esta ocasión, pero ¿Realmente quieres sobrepasar los límites siempre? Te va a pasar si cambias de opinión.
3. No cedas a los ruegos.Simple. Si cedes a un ruego, le acabas de enseñar a tu hijo que rogar funciona.
4. Haz que tu hijo te convenza.Si quiere algo de lo que no estás convencido, que te dé razones para ceder. ¿Quiere ver un poco más de tele? Si te explica que ya hizo la tarea y que ya terminó todos sus deberes, te vas a sentir mejor si le dices que si.
5. Las tareas van antes que la diversión.No les haces ningún favor siendo blando. Se ha demostrado que ser estricto en los deberes y responsabilidades ayuda a desarrollar la habilidad de resistir las frustraciones.
6. No tengas miedo a decepcionar.A nadie le gusta ver a nuestro hijos tristes, pero no siempre se puede tener todo. Si aprenden a aceptar las pequeñas decepciones le darás a tu hijo capacidad de manejar el estrés emocional en su vida futura.
7. Déjalos trabajar por lo que quieren.La mayoría de los expertos creen que los niños se malcrían cuando las cosas se les dan de manera fáci, ya que dan esas cosas como merecidas. Si tu hija quiere una bicicleta nueva, establece un sistema de recompensas por buen comportamiento y dejala que se la gane poco a poco.




FAMILIA Y SOCIEDAD