jueves, 18 de noviembre de 2010

Cómo enseñar y ayudar a los niños a compartir

El compartir es una de las habilidades sociales más difíciles de enseñar a los hijos. Requiere tiempo y práctica.


Aunque puedan aprender a compartir desde muy pequeños, la mayoría de los niños sólo estarán preparados para compartir juguetes y otros materiales a partir de los cuatro o cinco años. Antes de eso puede que no estén listos para compartir. ¿Qué hacer para lograr que los niños compartan?

1- Los grupos de juego y los encuentros para jugar con los amiguitos son formas populares usadas por las familias para que los niños tengan la oportunidad de estar en compañías de otros niños de su misma edad;

2- No se puede obligar a un niño a compartir. El niño tiene que estar preparado. Y para eso debe ser estimulado por sus padres, familias, y educadores. La mejor forma de educar a los niños a que sepan compartir es con el ejemplo. Deje que tu hijo te vea compartir regularmente.

3- La utilización de palabras que estimulen y motiven a los niños a compartir también es importante. Cuando el niño deje que otro niño toque sus juguetes, felicítale diciéndole que él es muy bueno, tiene buen corazón y sabe ser amigo.

4- Aprovecha situaciones en que exijan compartir para enseñar a tu hijo a hacerlo. Por ejemplo: Si tenéis un trocito de tarta en casa, ensénale que deben compartirlo entre todos. Pide a tu hijo que lo haga. Él se sentirá partícipe de tu buena actitud. Si algún otro niño visita a vuestra casa, pide a tu hijo que comparta con el niño su habitación, juguetes, un juego, o libros.

5- Fomenta el juego en grupo con su hijo. Además de compartir él aprenderá también a colaborar, a expresarse, y otras habilidades sociales.

6- No compare a tu hijo con otros niños. No todos los niños se desarrollan al mismo ritmo. Las habilidades sociales duran toda una vida y crecen a medida que nosotros mismos crecemos.

El rey indigno

Todas las personas tienen la misma dignidad independientemente de su poder, riquezas o habilidades. Sólo las obras pueden ser indignas.

Había una vez un rey rico y poderoso, dotado de gran inteligencia, y aún mayor soberbia. Tal era su orgullo, que nadie le parecía un rival digno para disfrutar de su afición favorita, el ajedrez, e hizo correr la voz de que daría la décima parte de sus riquezas a quien mostrara tener la dignidad suficiente. En cambio, si el rey no lo consideraba digno, sería decapitado de inmediato.

Muchos arriesgaron sus vidas desafiando al orgulloso rey. Fueran ricos o pobres, torpes o inteligentes, el rey los encontraba siempre indignos, pues o no eran sabios jugadores, o no podían rivalizar con su poder. Con el tiempo, desaparecieron los temerarios rivales, y el rey comprobó satisfecho que no había en la tierra nadie digno de enfrentarse a él.

Años después, un pobre mendigo se acercó al palacio con la intención de jugar contra el rey. De nada sirvieron las palabras de aquellos con quienes se cruzó, que trataban de evitarle una muerte segura, y conseguió llegar al rey, quien al ver su harapiento aspecto no podía creer que a aquel hombre se le hubiera pasado por la cabeza ser un digno rival suyo.

- ¿Qué te hace pensar que eres digno de enfrentarte a mí, esclavo?- dijo el rey irritado, haciendo llamar al verdugo.
- Que te perdono lo que vas a hacer. ¿Serías tú capaz de hacer eso?- respondió tranquilo el mendigo.

El rey quedó paralizado. Nunca hubiera esperado algo así, y cuanto más lo pensaba, más sentido tenían las palabras de aquel hombre. Si le condenaba a muerte, el mendigo tendría razón, y resultaría más digno que él mismo por su capacidad para perdonar; pero si no lo hacía, habría salido con vida, y todos sabrían que era un digno adversario... Sin haber movido una ficha, se supo perdedor de la partida.

- ¿Cómo es posible que me hayas derrotado sin jugar? Juegue o no juegue contigo, todos verán mi indignidad.- dijo el rey abatido.
- Os equivocáis, señor. Todos conocen ya vuestra infamia, pues no son las personas las indignas, sino sus obras. Durante años habéis demostrado con vuestras acciones cuan infame e injusto llegasteis a ser tratando de juzgar la dignidad de los hombres a vuestro antojo.

El rey comprendió su deshonra, y arrepentido de sus crímenes y su soberbia, miró al mendigo a los ojos. Vio tanta sabiduría y dignidad en ellos, que sin decir palabra le entregó su corona, y cambiando sus vestidos, lo convirtió en rey. Envuelto en los harapos de aquel hombre, y con los ojos llenos de lágrimas, su última orden como rey fue ser encerrado para siempre en la mazmorra más profunda, como pago por todas sus injusticias.
Pero el nuevo rey mostró ser tan justo y tan sabio, que sólo unos pocos años después liberó al anterior rey de su castigo, pues su arrepentimiento sincero resultó el mejor acompañamiento para su gran inteligencia, y de sus manos surgieron las mejores leyes para el sufrido reino.


Autor.. Pedro Pablo Sacristán

jueves, 12 de agosto de 2010

Orientacion para padres sobre el poder de las palabras

Elegimos este cuento que nos enseña la importancia que tienen las palabras, como infuye en nuestras reacciones y nuestra personalidad.


EL PODER DE LA PALABRA
Hsien-Sheng Liang


Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Las ranas se reunieron alrededor del hoyo.
Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras ranas seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió; Ella se desplomó y murió.
La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le grito que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a morir.
Pero la rana saltó cada vez con mas fuerza hasta que finalmente salió del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le preguntaron: "¿No escuchaste lo que te decíamos?"
La rana les explicó que era sorda. Ella pensó que las demás la estaban animando a esforzarse mas para salir del hoyo.

-- Esta historia contiene dos lecciones:

-La lengua tiene poder de vida y muerte.

-Una palabra puede ayudar a levantarte o destruirte.

Tengamos cuidado con lo que decimos. Pero sobretodo con lo que escuchamos.

viernes, 6 de agosto de 2010

¿Sabias la importancia que tienen los cuentos?

A través de los cuentos podemos enseñar a nuestros hijos a que se comporten de forma educada, respetuosa, y amistosa con los demás, para que todos puedan convivir unos con otros, de una forma positiva, sin perjudicar a nadie.



LOS CUENTOS TRANSMITEN MENSAJES EDUCATIVOS.

A los niños les fascina escuchar una y otra vez un relato que les gusta. Los cuentos contienen mensajes educativos y valores morales importantes y ayudan a los niños a superar las dificultades con las que se encuentran a lo largo del crecimiento. De ahí que, a veces, el niño insista en la repetición del mismo cuento, porque necesita acabar de captar el mensaje que ese cuento le transmite y la solución que ofrece a su propia problemática. Es importante repetir el mismo cuento a nuestro hijo si éste nos lo pide.

Historias que enseñan ejemplos de distintos valores
¿Por qué es importante y necesario que eduquemos a nuestros hijos a través de los valores? Educar a nuestros hijos para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en que se encuentren. Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de los niños. Un niño que conoce el límite del otro, podrá vivir una vida sana y saludable, sea en su entorno familiar o escolar. Un niño que sabe respetar a los demás, será más fácilmente respetado, y así con todo. Los valores son las reglas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Al nacer, los niños no son ni buenos ni malos. Con la ayuda de sus padres, educadores, y de los que conviven con ellos, aprenderán lo que está bien y lo que está mal decir, hacer, actuar, vivir.

A través de los cuentos, los niños asimilarán de una forma más rápida y práctica el verdadero significado de cada valor.

lunes, 12 de julio de 2010

Las familias acompañan la evolución de los niños, en el proceso de escolarización, que es la vía excelente para ir penetrando en otros ámbitos sociales diferentes a la familia. Esta, a través de estas funciones apunta a educar a los niños para que puedan ser autónomos, emocionalmente equilibrados, capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios. La familia aparece como el mejor contexto para acompañar a al niño a transitar los cambios que implica necesariamente la vida. Una vía eficaz es mediante el juego, por lo tanto educar jugando estimula el desarrollo psicológico del niño e incrementa el vínculo con los adultos.



educar jugando

domingo, 13 de junio de 2010

Palabras sabias de Aristóteles.

Las virtudes humanas fundamentales son, desde Aristóteles, las siguientes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.


DOMINIO DE SI

Sólo con esfuerzo -repitiendo muchas veces actos que cuestan un poco- se consigue el dominio necesario sobre uno mismo. La persona que tiene virtudes es capaz, por ejemplo, de no comer algo que no le conviene, aunque le apetezca mucho, o de trabajar cuando está cansado, o de no enfadarse por una minucia; logra que, en su actuación, predomine la racionalidad: es capaz de guiarse -al menos hasta cierto punto- por lo que ve que debe hacer. Quien no tiene virtudes, en cambio, es incapaz -también hasta cierto punto- de hacer lo que quiere. Decide, pero no cumple: no consigue llevar a cabo lo que se propone: no llega a trabajar lo previsto o a ejecutar lo decidido.
Así resulta que la persona que tiene virtudes es mucho más libre que la que no las tiene. Es capaz de hacer lo que quiere -lo que decide-, mientras que la otra es incapaz. Quien no tiene virtudes no decide por sí mismo, sino que algo decide por él: quizá hace "lo que le viene en gana". Pero "la gana" no es lo mismo que la libertad. La gana es una veleta que necesariamente se orienta hacia donde sopla el viento. El perezoso puede tener la impresión de que no realiza su trabajo porque "no le apetece" o "no le da la gana" y hacer de esto un gesto de libertad, pero en realidad es una esclavitud. Si no trabaja en ese momento, no es por ejercitar su libertad, sino precisamente porque "no es capaz" de trabajar. Y la prueba de esto es que "las ganas" se orientan con una sorprendente constancia siempre en el mismo sentido. A la persona que se ha acostumbrado a comer demasiado, "sus ganas" le inclinan una y otra vez, un día tras otro, a comer más de lo debido, pero raramente a guardar un día de ayuno. Y al que es perezoso, le llevan a abandonar un día tras otro su trabajo, pero raramente a realizar un sacrificio extraordinario.
Las virtudes van extendiendo el orden de la razón y el dominio de la voluntad a todo el ámbito del obrar. Concentran las fuerzas del hombre, que se hace capaz de orientar su actividad en las direcciones que él mismo se propone. La misma palabra "virtud" que es latina, está relacionada con la palabra "hombre" (vir) y con la palabra "fuerza" (vis). La gran fuerza de un hombre son sus virtudes, aunque quizá su constitución física sea débil. Sólo quien tiene virtudes puede guiar su vida de acuerdo con sus principios, sin estar cediendo, a cada instante, ante la más pequeña dificultad o ante las solicitaciones contrarias. En cambio, los pequeños vicios de la conducta debilitan el carácter y hacen a un hombre incapaz de vivir de acuerdo con sus ideales. Son pequeñas esclavitudes que acaban produciendo una personalidad mediocre. Y es que, como decía Aristóteles, "nuestro carácter es resultado de nuestra conducta."

lunes, 10 de mayo de 2010

CONSTRUYAMOS LA PAZ

CONSEJOS PARA PAPÁS QUE QUIEREN EDUCAR EN LA PAZ A SUS HIJOS.







La construccion de la paz no
se queda en el interior de cada
uno sino que se expande hacia
los demás.
Construiremos la paz cuando
seamos respetuosos con los
que son diferentes, cuando
busquemos la justicia en un
mundo poco justo, cuando
sintamos como nuestro
aquellos que les sucede a los
más necesitados, cuando
nuestras relaciones con los
demás se basen en la no-violencia
y sepamos ofrecer el perdón a
quienes nos ofendan.